Caracas año 1.909 ya había caído la tarde en la tranquila
Parroquia de San José y en una de las hermosas casas que se yerguen entre las
esquinas de Santa Rosa a Santa Isabel, Margarita Moreno sale hacia el corral
en la parte posterior de la vivienda a fin de recoger ropa tendida en el
lavandero.
Es amplio ese patio trasero con piso de tierra y frondosas matas de
guayaba, cambur, mango, naranja y cotoperiz, mientras una fresca brisa que
viene del Ávila mese a las ramas cargadas de frutas.
Margarita llena las cestas con ropa lavada que irá trasladando hasta el cuarto
de planchar, ya para las siete y media de la noche comenzaba su último
recorrido rumbo a la casa cuando algo la hizo detenerse… había escuchado
claramente ruido de cascos a su espalda.
Cascos?,¿ Aquello era muy raro pues, en la casa no tenían caballos, algo tensa Margarita reanudó su marcha pero, sin mirar hacia atrás, y
casi de inmediato aquel el ruido de cascos que había cesado al ella detenerse
comenzó de nuevo.
Apresuró el paso la joven y el sonido de los cascos pareció acelerarse
tras ella, y eso no era todo, sino que pudo escuchar claramente el resoplido
característico de una mula. No pudo más margarita y al borde del pánico
soltaría la cesta de ropa emprendiendo veloz carrera hacia la casa mientras los
cascos del infernal caballo trotaban tras ella.
Temblando de miedo la muchacha llegó hasta la cocina y al contar lo
sucedido, todos en la casa encendieron velas y lámparas de carburo para alumbrar
hacia el corral pero, sin atreverse a salir pues, sabían muy bien que no se
trataba del animal de algún arriero sino el fantasmal caballo en la cual cabalgaba
de noche el ánima sola.
Cuenta la tradición familiar que tiempo después de aquel incidente
peones que hacían un trabajo en ese patio habían desenterrado al pie de una
frondosa mata de guanábana un cofre conteniendo joyas y pesos en oro.
Los fantasmas de Caracas siempre fructífera en eso de muertos y aparecidos,
así y varios años antes de lo relatado al inicio el doctor Diego Bautista Urbaneja
se encontraba trabajando tarde en la noche en su despacho de la casa amarilla
cuando súbitamente se le apagó una lámpara de gas a cuya luz escribía. De inmediato
hizo que la encendieran de nuevo para continuar su trabajo, pero se apagaría al
instante como si alguien la hubiera soplado, cuando el curioso fenómeno sucedió
varias veces más el doctor Urbaneja ordenaría que le llevasen otras dos
lámparas pero éstas también se apagaban inexplicablemente por lo que el alto
funcionario molesto e incluso algo intimidado prefirió dejar las cosas así y
marcharse a su casa.
Al día siguiente y al comentar lo sucedido se le respondió que aquello
se debía al fantasma de la casa amarilla y esta edificación en pleno centro de
la Caracas actual siempre ha sido famosa por el supuesto fantasma que allí
ronda.
Conoces de otras historias o relatos de fantasmas en Caracas?
Agradeceríamos mucho que los dejes en los comentarios.
Agradeceríamos mucho que los dejes en los comentarios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario